viernes, 10 de diciembre de 2010

El indigente con una voz prodigiosa

Geeche Dan es un habitual vagabundo de una estación de metro neoyorquina que canta así de bien los clásicos del soul 

Los viajeros que transiten por la estación de metro de la Calle 59 en New York, tendrán la suerte de escuchar en directo la voz prodigiosa de Daniel Small, un indigente que lleva años cantando clásicos del soul con la única compañía de un viejo reproductor de cedés. José Perea nos aporta más detalles de esta curiosa historia en el blog Abadía Digital.
 
El color de la piel y la voz de Daniel delatan su origen sureño, cuna del soul y la música negra que corre por sus venas, aunque antes de cumplir los veinte se trasladó a la capital estadounidense en busca de una vida mejor que por suerte o por desgracia le ha obligado a terminar en la calle. Sin embargo, la popularidad de Geeche Dan -este es su nombre artístico- es tal, que una simple búsqueda en YouTube arroja decenas de resultados con vídeos grabados por los propios viajeros asombrados ante su talento.
 
Entre las piezas de más éxito de nuestro protagonista, destacan el famoso "I've loving you too" que interpreta así de bien o el clásico de Wilson Pickett, "In the Midnight Hour". No es de extrañar por tanto, que el programa Playing for Pocket Change, dedicado a recoger la vida de los músicos callejeros de Nueva York, le haya dedicado el episodio que acompaña estas líneas.
 
El metro de muchas ciudades del mundo acoge a diario la prisa y el tiempo de muchos viajeros, pero también el talento de miles de artistas urbanos, que como Daniel se buscan la vida haciendo lo que mejor saben hacer y cuyo talento, muchas veces no tiene nada que envidiar a consagradas y reconocidas figuras internacionales, aunque no siempre sea reconocido. Su historia, nos ha recordado la de Joshua Bell (EEUU, 1967), uno de los mejores violinistas del mundo, entre cuyos éxitos destaca la banda sonora de la película El violín rojo, galardonada con un oscar; Hace unos meses, The Washington Post decidió promover un "experimento social" consistente en que Joshua tocara en el metro de la ciudad algunas piezas míticas con un Stradivarius del siglo XVIII valorado en 3,5 millones de dólares, con el que tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a 100 euros la butaca.
 
 

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